Este fin de semana fui a caminar por las tradicionales calles de Coyoacán. Todo marchaba con normalidad: gente caminando sobre las banquetas que conducían a la entrada de diversos locales como cafeterías, restaurantes, fondas, librerías, artesanías, bares, boutiques, aguas frescas, helados y hasta museos; en el jardín de la plaza el panorama era no menos normal: vendedores de globos, raspados, churros, elotes, buñuelos, ropa y parafernalia hippie, más artesanías, curiosidades y objetos raros que sólo son dignos de conseguirse en la famosa plaza de Coyoacán. Pero el paisaje no hubiera estado completo sin los ya emblemáticos artistas de la calle: mimos, payasos, conjuntos de música folclórica, batucada, alguno que otro performancero, acróbata o anexas. Ése es el Coyoacán que yo conozco y nunca otro más.
Sin embargo, uno de esos artistas callejeros nos informó al final de su acto, que próximamente la plaza de Coyoacán será remodelada y que todos los negocios ambulantes y artistas serán reubicados a otro espacio mientras terminan las obras, situación completamente razonable, pero -siempre hay un pero- lamentablemente las autoridades no están considerando dejar regresar a estas personas a sus actividades cotidianas dentro de esta plaza. Es decir, a Coyoacán le quitarán ese ambiente impregnado de diversidad cultural que tanto le ha caracterizado, al menos desde que tengo uso de razón.
Seguramente muchos de los vecinos de esa zona ya están cansados de las visitas en masa dominicales, sabatinas o de viernes por la noche, momentos en los que es casi imposible circular en carro por la cantidad de personas que llegan a disfrutar de las calles angostas y empedradas; ya ni decir de la escasez de lugares para estacionar los carros. Sin duda los habitantes de estos alrededores son los más interesados porque esté proyecto se lleve a cabo. No obstante, a pesar de esos puntos negativos originados precisamente por las enormes cantidades de gente que arriban a Coyoacán, este lugar podría perder gran parte de su esencia multicultural que los visitantes disfrutan tanto.
No sé qué es lo que vaya a suceder, pero yo espero que no cierren por completo ese espacio abierto a los artistas, quienes por una cuota totalmente voluntaria, mantienen vivo el lugar, con un ambiente diferente y lleno de gente formando círculos alrededor de un personaje que, al sólo ver su rostro haciendo jetas graciosas, arranca carcajadas y ofrece momentos agradables de catarsis en un fin de semana.